domingo, 19 de diciembre de 2010

Horas fantásticas, horas eclépticas.

¡Aléjame!


Eso debería gritarte, pero no puedo... no quiero. Y tú no colaboras, tal vez porque no caes en la cuenta de que detrás de tus pupilas, escondes dos pedazos de magneto. Que siempre fuiste la criatura de mi nomenclatura predestinada, que eres el ser ancestral, parsiomonioso, hérmetico, el ser curioso: "Gc"

Las últimas horas vividas han sido quiméricas, y me permiten declararme como el artífice de magia más talentoso. He logrado juntarlas a ustedes en un presente eterno, en un vapor espectral , en una sustancia etérea; ustedes que son mi pasado y mi futuro.

De ti, pretérita, ¿qué puedo decir?.. Cada vez me inspiras más misericordia, me haces pensar que con cada apretón de labios te robo un retazo de vida (pues yo me siento cada vez más vigoroso). Por ejemplo, hoy fue la espera sin final, eterna, la de siempre. Permanecí estancado en la esquina rústica, congelando mis cuerdas vocales, aguardando silente. Saboreando aquella melodía, mi favorita (la de la musa muerta en vida), para amortiguar la impaciencia, para meyar las dimensiones gigantescas de los granitos de arena, que detenían —lacerándome— el transcurso del gran reloj.

Pero por primera vez, maniobré un acto de cariño por mí: dejé de esperarte.

Y corri hacia tus brazos, acurrucándome en tu regazo, mi futura, mi fiel predestinada. Porque a pesar del gran oncenio, yo sigo hipnotizado, adorando la simetría de tus poros, jugando con tus dedos estrechados a los míos. Abrazando tu piel a la mía, sintiéndote estremecer bajo mis caricias. Porque estoy "embobado"; y te cito para poder incluirte como parte de la creación de este triste remedo de producción literaria, y así inmortalizarte (si es que lo logro). Pues todo ello te mereces, porque me fascina tu falta de gracilidad, tu torpeza inhumana, tu mente de 359° (y temo no dominar jamás el grado restante).

Es tan sencillo perderse en tus ojos acaramelados ... ¿O acaso achocolatados? Creo que no encontraré el color afortunado —no en esta tierra— para referirme a tu mirada enjaulante, caleidoscópica, que me enloquece, que ahoga mis arterias con ácido puro, que me retuerce de felicidad sádica.

Ahora, solo te tengo una pregunta: "¿Por qué eres tan ingenuamente sensual?".


No hay comentarios:

Publicar un comentario