Por qué lo hice, son demasiadas las razones. Tú conoces las frívolas: que estabas amando a alguien más. Sin embargo, querías retenerme, y de esa forma dibujabas una silueta enfermiza, una tenue figura oscura dentro de mis sesos: me resultabas desgraciada. «Tú, tú eres lo máximo...», y sin ninguna objeción yo rendía mis fuerzas frente a ti, caía en esas 5 palabras, me dejaba retorcer por lo cariñosas y atenuantes que me resultaban.
Las otras razones, bueno, fue solo una y quisiera ser sintético con esto (ese fue el único momento que pude mezclarte con ella, y el resultado fue aberrante): mi vida se escapaba por el ventanal, mi verdadera vida, ella... tú no merecías mi tiempo. Por eso decidí cerrar el pórtico, lacerarme las costillas, abrazarme y llorar... sí, llorar.
Pasó el tiempo... y nuestras avenidas paralelas (sí, como la repulsiva metáfora de Sábato) encontraron sus ventanas. Tú saliste corriendo, quisiste llorar; no te lo permití. Te tomé del brazo, me ofrecí como blanco perfecto, «insúltame, o dime todo lo que necesites decirme». Pero tú no cambias, ni siquiera pergeñas misericordia en tus pupilas: te resignaste a contestarme interjecciones, las putas interjecciones que tanto odiaba de ti (ajá, ya: detestables). Bueno, al menos con «Fuiste un imbécil... los dos fuimos imbéciles» me diste el gusto: te vengaste.
Seré masoquista una vez más: desperdigábamos grafías por teléfono, o por cualquier otro medio que satisficiera nuestra empedernida obsesión por ser escritores (tú, gloriosa; yo, mediocre). «Se casarán por mensaje de texto», frase de un imbécil... no tiene caso ni mencionar su nombre. Ahora, que retomábamos la amistad (?), me resultaba tediosamente imposible no cruzar la línea... no esperanzarme nuevamente, no considerar un tal vez, un después. Cada uno de los pensamientos amorosos intentando escapar por mis labios, por mis dedos, me sabían a bebedizo, los sentía retorcidamente punzantes.
Y escuchando la melopeya que inspira este desparramar de palabras incoherentes, no puedo verte vestida sino como the musician. Pentagramas de dolor destinados inconscientemente a encadenarme, atenazarme, revolverme, despellejarme y desmigajarme. Y recordarte solo hace esto peor.
«And the less you give, the more I want so foolishly».
Eso era antes, porque con esto, te aborto: adiós. (Sigues existiendo, eso no tiene remedio... sigo no existiendo, eso tampoco tiene remedio... gracias).
![]() |
(Ella me ayudó con esto: Des grâces, Duffy). |

No hay comentarios:
Publicar un comentario